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La derecha, a través de la historia reciente, siempre utilizó la crispación para derrocar a los gobiernos.

Siempre que en España se ha intentado un avance en dirección hacia el progreso, quebrar privilegios o reconocer nuevos derechos y libertades, en una palabra, poner en cuestión elementos del poder establecido, el ambiente se ha crispado hasta que pareciese que estábamos al borde de la catástrofe.

Es una historia que viene de lejos:

1º.- Así sucedió, por ejemplo, cuando el llamado "Trienio Liberal" que inaugurara el levantamiento del general Riego, en su empeño por restablecer la Constitución de 1812. El rey felón y su cohorte de aristócratas, sotanas y militares despechados no cejaron de conspirar, manipular y crispar, incluso con acciones violentas, hasta provocar la intervención de la Santa Alianza de las testas coronadas con el fin de restaurar el poder absoluto del monarca.
2º.- A la I ª República federal, burguesa, moderada, que incluso mantuvo la bandera rojigualda de los tiempos de Carlos III, le hicieron, entre todos, la vida imposible hasta acabar con ella. La "carlistada", con su tercera guerra civil en defensa de sus vetustos fueros; los alfonsinos hostiles a la república, con sus perpetuas conspiraciones dentro y fuera del suelo patrio; la mayoría de la Iglesia en pie de guerra, como solía acaecer cuando veía peligrar sus privilegios; la insurrección cubana y, para colmo de males, la impaciencia desordenada de un cantonalismo hispano que acabó haciendo el juego a la reacción. Una provocada situación "catastrófica" que justificase la disolución de las Cortes por el general Pavía y la proclamación de Alfonso XII, en Sagunto, por el general Martínez Campos.
3º.- La Restauración borbónica no fue un periodo "dechado de virtudes", a pesar de lo que digan hoy algunos. Pero justo antes de que feneciera, sin pena ni gloria, a manos del general Primo de Rivera y del propio Alfonso XIII, ya se pregonaba, por tirios y troyanos, la "gravísima situación que vivía el país". Bien es cierto que no era más grave que en años anteriores, aunque es verdad que era delicadísima la posición del monarca ante sus responsabilidades en los desastres africanos. La dictadura no venía, en todo caso, a remediar nada, pues toda dictadura es, en sí misma, la catástrofe absoluta en el sentido griego del término de destruir o abatir, en este caso la libertad, lo más valioso que tenemos como dejara sentado Cervantes en el Quijote.
4º.- Cuando aquella dictadura castiza, de charanga y pandereta, se hizo inviable y, de nuevo, advino la II ª República, no se la dejó respirar ni tan siquiera dos años. Después de la euforia de abril de 1931, en agosto de 1932, militares monárquicos con el general Sanjurjo a la cabeza, intentaron acabar con ella y no cejaron en su empeño hasta que lo consiguieron. Que en la República se cometieron errores es indudable. No se cuidaron como es debido ni la economía ni las relaciones internacionales, paredes maestras de la gobernación de un país, y las pulsiones "izquierdistas" no se cortaron a tiempo. Sin embargo, pretender que la "revolución" de octubre de 1934 -en Asturias y Cataluña- justifica o explica el golpe de 1936 es una patraña sin base ni fundamento. Aquel evidente y grave error fue reprimido militarmente y miles de sus participantes fueron eliminados o encarcelados. La República continuó con vida y se celebraron libremente, casi dos años después, las elecciones de 1936.
5º.- En los meses anteriores al levantamiento militar no había en España más actos violentos que los que hubo en la transición a la democracia en 1977/78. No se justificaba de ninguna manera liquidar por las armas un sistema democrático que empezaba a modernizar España. El resultado de aquella acción golpista sí que fue la mayor catástrofe que conoció la historia de España, con una guerra civil de tres años y una dictadura de 40.
6º.- Con la democracia de 1978 parecía que esta maldición era cosa del pasado. Sin embargo, al final del segundo mandato del presidente Suárez ya se empezaron a provocar procesos de crispación y crear el falso ambiente de que íbamos a la "catástrofe", de que era imprescindible un "golpe de timón" y zarandajas por el estilo. Y en febrero de 1981 se volvió a intentar liquidar una democracia recién conquistada. Luego, cada vez que ha gobernado la izquierda -salvo quizá los primeros gobiernos de González- se ha crispado la situación a base de exageraciones, manipulaciones o puras mentiras. Los argumentos son casi siempre los mismos. Un poder que se ha conseguido "ilegítimamente", un gobierno que colabora con "terroristas" o que está a punto de "romper España" y que, en todo caso, nos conduce a la quiebra y a la catástrofe. Los medios y redes afines -la mayoría- hacen su labor y el objetivo es también el mismo: convencer de que cuando llegue la derecha al gobierno todo será enderezado y volverá a su ser natural. La diferencia esencial con el pasado, para qué vamos a engañarnos, es que ahora España es un país de la Unión Europea donde no se admiten ciertas "soluciones traumáticas". En cualquier caso, no es consuelo saber que en otros países -por ejemplo en Francia- los "catastrofistas" pregonan que están al borde de la "guerra civil".

Pues bien, si nos guiáramos por las declaraciones de una cierta oposición de derecha, o por los medios que les sirven de voceros, España estaría de nuevo al borde de la catástrofe. ¿Está nuestro querido país tan mal como dicen algunos? Veamos, tenemos tres grandes cuestiones que nos acucian: la pandemia, la recuperación económica y las mejoras sociales. En el asunto clave de la pandemia, aparte de errores en un trayecto desconocido, somos el país mejor situado en el trascendental tema de la vacunación. Respecto a la situación económica, es obvio que España crece a un ritmo desconocido en el pasado -en torno al 4,5%-, quizá menor a lo previsto por el Gobierno (cuestión que está por ver), pero el hecho cierto es que llevamos nueve meses seguidos creando empleo. En múltiples aspectos, el Gobierno toma medidas que son correctas, pero, de un lado, el sufrido personal no percibe el efecto deseado quizá por deficiente gestión o por mala política comunicativa. Se ha subido el SMI, se han subido las pensiones y se han negociado en el Pacto de Toledo su estabilidad, se han negociado los ERTEs, y se está negociando la reforma laboral...
Sin embargo Casado y su PP haciendo buena las tesis obstruccionistas de la derecha a través de la historia está centrado en derrocar al gobierno. Mezclando (de forma infantil) argumentos con medias verdades para crispar la vida parlamentaria y trasladar esa crispación a la sociedad ya que desde el punto de vista económico y legislativo no puede hacer oposición. Si cambiamos de tercio y nos vamos a la elección del CGPJ, el asunto es de traca. La tesis de la oposición de que los jueces tienen que elegir a los jueces porque así lo dice la Constitución y la Unión Europea es doblemente falsa. Primero, la UE no tiene competencias en esta materia y lo único que exige es que se cumpla con el Estado de Derecho, es decir, con la Constitución. Y esta última lo que dice es que el mandato de los vocales dura 5 años y no 8, y que los 12 vocales de marras tienen que ser elegidos no "por" los jueces sino "entre" los jueces, que es como se hace en la actualidad.
Para terminar, los famoso fondos europeos que se sacan a relucir continuamente como remedio a nuestros males no acaban de ponerse en marcha y sus beneficiosos efectos no se dejan sentir todavía. Me da la impresión de que no se trata solo de publicar decretos u otras normas, sino de gestionar los proyectos con veloz diligencia y no caer prisioneros de una burocracia pensada para otro mundo. Todos somos conscientes de que en este negocio nos jugamos el futuro del país. (Apuntes del artículo de Nicolás Sartorius).

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