Patricia Esteban Erles nos recuerda la dignidad de Zerolo ante unos y unas energúmenos que escupen odio por sus bocas ... gracias Patricia por tus textos:
Zerolo, maricón, tú qué haces aquí.
Y en esa media docena de palabras se resume todo. El insulto y el reproche. Tío al que le gustan los tíos, pera en el mundo de las manzanas, nefando pecador, qué cojones pintas en este universo nuestro de señores y señoras de bien, de rayas de pantalón que son líneas rectas rectísimas. De fascistas de los de toda la vida, de los que miran al Otro como al nuevo fenómeno de feria al que escupir o tirar mondas de patata. Como al toro herido, como al que tuvo peor suerte y nació solo, distinto, pobre, mujer, gay, dos tonos más oscuros de la cuenta. Qué miedo esa sonrisa de la doña del extremo. Qué rictus de torturadora pasiva, qué placer en la contemplación de la ofensa gratuita. Qué espanto esas manos cruzadas de la que va religiosamente a la peluquería antes de acercarse al patíbulo de turno, qué horror las manos bocina del ser indescriptible del otro lado, qué valiente ese azuzador desde la barrera, si Munch levantara la cabeza echaba a correr en dirección contraria. Qué asco esta Egpaña que necesita víctimas para reafirmarse. Y con todo, qué digna la frente alta, la hermosa melena añorada del hombre que siguió adelante, hasta el día de su muerte.
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