Nos espera un fin de semana de violencia y protestas exigiendo la libertad del rapero Hasel. Ahora toda España lo conocemos a través de sus letras publicadas en las redes y en los medios y nos hemos hecho una composición del tipo de personaje que es. Sin embargo mi reflexión de hoy no se centra en una persona tan deleznable como Hasel sino en las consecuencias políticas y sociales que de él se derivan.
No se puede obviar que el contesto político del momento anima a encender la mecha de las reivindicaciones y no me refiero sólo por la crispación continua de la derecha que genera un ambiente insostenible para muchos ciudadanos, sino por temas como el cierre en falso de la investigación parlamentaria sobre la corrupción del monarca emérito y, sin embargo, se encierra a quienes lo critican por ser el rey una figura inviolable. La sensación (o realidad) de que el Poder Judicial está secuestrado por el PP generando una sensación de indefensión pero al mismo tiempo un rechazo social cada vez más generalizado y lo más preocupante una tasa del paro juvenil insoportable, jóvenes reivindicativos que se están acercando a la política a través de rechazos, indignaciones y luchas por defender a personas que ellos consideran que se están tratando injustamente. El Gobierno tiene motivos para preocuparse ya que las movilizaciones pueden reflejar algo más que la solidaridad por un rapero mediocre.
Pero volviendo al hecho de Hasel, urge un cambio en la legislación de la libertad de expresión en nuestro país, una legislación que no es homologable con la mayoría de los países de la UE (según los medios de comunicación) y que todo parece presagiar que de nuevo la justicia española recibirá un fuerte varapalo del "Tribunal Europeo de Derechos Humanos" por atentar contra la libertad de expresión. No parece muy normal que España haya cuadruplicado las penas por enaltecimiento al terrorismo desde que ETA dejó de estar presente.
Según mi punto de vista el movimiento de protestas indican algo más que solidarizarse con Hasel ... veremos.
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