En el Consejo Aragonés del Movimiento Europeo cuyo objetivo es avanzar hacia una Europa Federal, nos interesan todos los temas que tienen interés para fortalecer el proyecto europeo, y, desde luego, la digitalización de los sistemas productivos, lo es.
Entre los muchos retos que tiene Europa uno de los más significativos para este siglo XXI radica en la falta de soberanía digital que le hace dependiente de las dos potencias mundiales en esta materia, China y EEUU. El como Europa desarrolle su propia "inteligencia artificial" marcará su competitividad e incluso su protagonismo en el mundo en un futuro próximo. Europa se manifiesta lenta en este cometido pero deberá salvaguardar su soberanía digital realizando fuertes inversiones para poder acometer grandes proyectos en este campo y poder, de esta forma, competir con las grandes potencias mundiales.
Uno de los problemas de Europa es la fragmentación a través de los intereses de los países que la forma. El mercado digital europeo está demasiado fragmentado, lo que conlleva que a las empresas les resulte imposible competir y obtener beneficios, lo que implica que les impide ofertar los mismos productos que las grandes potencias. Igualmente no beneficia que Europa tenga políticas diferentes con respecto a la contratación pública, lo que provoca la ausencia de liderazgos (y paladines) europeos en el campo de la digitalización.
La crisis financiera global de 2008 renovó el interés en la política industrial, y la pandemia de la covid 19 ha subrayado el hecho de la autonomía tecnológica, hecho que es una prioridad, no sólo en Europa, sino en todo el mundo.
La inferioridad en la que Europa se encuentra, requiere un cambio fundamental en la estrategia. Las instituciones de la UE, además de aportar fondos, deberán liderar este cambio mediante el establecimiento de regulaciones más más claras, y junto a los Estados, proporcionar los incentivos permanentes. Aún más, asegurar la soberanía digital de Europa requerirá un impulso mucho mayor e implicar a empresas, científicos y políticos. En este sentido sería aconsejable utilizar la política industrial para coordinar las inversiones. Así, industrias claves como la de los vehículos eléctricos dependen, no sólo, del sector del vehículo sino también de sectores que van desde la inteligencia artificial y el 5 G, hasta la fabricación de baterías y los puntos de carga (infraestructuras). Lograr una competitividad global en esta industria, exige de inversiones suficientes, pero también, de unos trabajadores muy cualificados, e incluso de una buena cooperación entre el sector público y privado.
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