Hace 30 años de la huelga general del 14 de Diciembre que consiguió doblegar las intenciones de un Gobierno socialista que desde el punto de vista económico y de relaciones laborales empezaba a hacer guiños a una tercera vía de la socialdemocracia. Fue el momento álgido del sindicalismo en nuestro país. El sindicalismo fue el interlocutor de la clase trabajadora (de la ciudadanía) ante los poderes del Estado y poderes económicos. Reaccionó con una huelga general altamente seguida por los trabajadores y con la comprensión de la sociedad. En aquel entonces los sindicatos ganaron la batalla y ante la evidencia de que más del 90% de los trabajadores de este país siguió la huelga, el Gobierno de Felipe Gonzalez no tuvo más remedio que retirar su plan juvenil y sus intenciones sobre las pensiones no contributivas y sentarse a negociar con UGT y CCOO. El 14 D fue una victoria sindical sin paliativos.
Ahora, con una salida de la crisis de forma insolidaria y donde parte de los trabajadores aún con contrato de trabajo, están cercanos a la pobreza, en donde las pensiones, contratos dignos y el derecho a la vivienda están en entredicho, se dan las circunstancias de convocar de nuevo una huelga general que defienda del poder económico y financiero los intereses de los más necesitados económicamente. Sin embargo el movimiento sindical no la convoca, conscientes de que no tienen ni la fuerza ni el ambiente social necesario que tuvieron en el año 1988. Es cierto que el Gobierno actual, con la escasa fuerza parlamentaria que tiene, está sintonizando con parte de las reivindicaciones sindicales, sirva como ejemplo la subida del SMI, no obstante, llama la atención el escaso protagonismo que el gobierno le da a las Organizaciones Sindicales aunque son reivindicaciones sindicales.
Pero, ¿por qué el Sindicalismo no reacciona?.
Varias son las causas y no sólo hay que buscarlas en ese ataque feroz del poder económico hacia el sindicalismo, ni en el desprestigio que ciertos medios de comunicación alentados por los Gobiernos del PP lanzaron para debilitar su fuerza y poder aplicar las reformas económicas liberales.
La clase obrera está fragmentada, las grandes empresas tienen a parte de sus trabajadores externalizados a través de empresas de subcontratación para abaratar costes y eso produce un efecto de individualismo competitivo entre los propios trabajadores. La precariedad de los contratos y el miedo a perderlos fomenta ese individualismo y hace que la fuerza de la unión que tuvo el sindicalismo se desvirtúe y debilite, la variedad de intereses de los autónomos fomenta también la competitividad entre ellos. Esa situación de precariedad laboral, de falsos autónomos, de jóvenes buscando su primer trabajo...exigen al sindicalismo nuevas formas de actuación para conectar con esos trabajadores que aún están buscando.
El Sindicalismo para dar respuesta a las muchas reivindicaciones sociales que fueron surgiendo a finales del siglo pasado y se mantienen en la actualidad. se sumó a ellas como una organización más, pero no puede olvidar, que junto a ese trabajo social, su esencia es la defensa de la clase trabajadora.
En el 14D UGT y CCOO recogían el sentir de la sociedad y de la clase trabajadora, ahora la sociedad se ha diversificado a través de movimientos reivindicativos transversales (igualdad de género, hipotecas, pensionistas, renta básica, vivienda digna ...) y el sindicalismo tiene que buscar su lugar en esta nueva situación de reivindicaciones sociales. En unos casos tendrá que acompañar, apoyar y compartir con otros el trabajo y el protagonismo y, en otros casos, liderar y buscar la confluencia entre todos y juntos poder levantar la voz y defender los intereses de quien representa, que no es otra que la clase trabajadora.
Ahora, con una salida de la crisis de forma insolidaria y donde parte de los trabajadores aún con contrato de trabajo, están cercanos a la pobreza, en donde las pensiones, contratos dignos y el derecho a la vivienda están en entredicho, se dan las circunstancias de convocar de nuevo una huelga general que defienda del poder económico y financiero los intereses de los más necesitados económicamente. Sin embargo el movimiento sindical no la convoca, conscientes de que no tienen ni la fuerza ni el ambiente social necesario que tuvieron en el año 1988. Es cierto que el Gobierno actual, con la escasa fuerza parlamentaria que tiene, está sintonizando con parte de las reivindicaciones sindicales, sirva como ejemplo la subida del SMI, no obstante, llama la atención el escaso protagonismo que el gobierno le da a las Organizaciones Sindicales aunque son reivindicaciones sindicales.
Pero, ¿por qué el Sindicalismo no reacciona?.
Varias son las causas y no sólo hay que buscarlas en ese ataque feroz del poder económico hacia el sindicalismo, ni en el desprestigio que ciertos medios de comunicación alentados por los Gobiernos del PP lanzaron para debilitar su fuerza y poder aplicar las reformas económicas liberales.
La clase obrera está fragmentada, las grandes empresas tienen a parte de sus trabajadores externalizados a través de empresas de subcontratación para abaratar costes y eso produce un efecto de individualismo competitivo entre los propios trabajadores. La precariedad de los contratos y el miedo a perderlos fomenta ese individualismo y hace que la fuerza de la unión que tuvo el sindicalismo se desvirtúe y debilite, la variedad de intereses de los autónomos fomenta también la competitividad entre ellos. Esa situación de precariedad laboral, de falsos autónomos, de jóvenes buscando su primer trabajo...exigen al sindicalismo nuevas formas de actuación para conectar con esos trabajadores que aún están buscando.
El Sindicalismo para dar respuesta a las muchas reivindicaciones sociales que fueron surgiendo a finales del siglo pasado y se mantienen en la actualidad. se sumó a ellas como una organización más, pero no puede olvidar, que junto a ese trabajo social, su esencia es la defensa de la clase trabajadora.
En el 14D UGT y CCOO recogían el sentir de la sociedad y de la clase trabajadora, ahora la sociedad se ha diversificado a través de movimientos reivindicativos transversales (igualdad de género, hipotecas, pensionistas, renta básica, vivienda digna ...) y el sindicalismo tiene que buscar su lugar en esta nueva situación de reivindicaciones sociales. En unos casos tendrá que acompañar, apoyar y compartir con otros el trabajo y el protagonismo y, en otros casos, liderar y buscar la confluencia entre todos y juntos poder levantar la voz y defender los intereses de quien representa, que no es otra que la clase trabajadora.
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