He venido defendiendo que el desafío catalán es el problema político más grave que tiene la democracia en nuestro país, ahora y ya en la transición en el momento en que se llegó al acuerdo del Estado Autonómico, o dicho con las palabras de la época el Estado que garantizaba "el café para todos". Desde el punto de vista de la gestión descentralizada de la Administración el Estado autonómico fue un acierto, tanto económica, como social, como cultural y como políticamente, eso sí, teniendo que aceptar las excepcionalidades fiscales de Navarra y Euskadi, que distorsionan y hacen menos creíble ese pretendido café para todos. Pero el sentimiento de nación que algunas Comunidades tenían (y siguen teniendo), no es el mismo que el de otras que carecen (carecían en el 1978) de ese sentimiento. Y con ese desajuste hemos estado conviviendo durante todos estos años. Hubo intentos de solucionar el problema con Cataluña. En tiempos del gobierno de Zapatero, al aprobarse el Estatut tanto en el Parlament como en las Cortes. Junto a las modificaciones propuestas estaba la aceptación de Cataluña como nación, sin embargo el PP lo recurrió al TC y organizó manifestaciones detrás de pancartas con eslóganes como "Zapatero rompe España" y otras en las que podíamos leer líndeces como "Zapatero igual a ETA" o "Zapatero el anticristo", con este ambiente en la calle era impensable que se produjese ningún tipo de acuerdo en el Parlamento. Parece ser que el TC de entonces "interpretó" que no sentenció y ese resquicio jurídico puede dar lugar a que vuelva al TC y que este pueda emitir otra interpretación. Algunos jurídicos ven ahí el intento de buscar un espacio para el entendimiento, eso sí, con el acuerdo político del Parlamento.
El fracaso del gobierno de Rajoy al renunciar a tomar iniciativas políticas, agravan y en mucho, la crisis del Estado hasta tal punto que ponen a las instituciones estatales en una situación de descrédito al tener que tomar iniciativas que le corresponden al ámbito político.
La España del 2017 no es la del 1936 cuando el gobierno de la República encarceló al gobierno de la Generalitat precisamente por proclamar el Estado Catalán. Por entonces en Alemania gobernaba Hitler y en Italia Mussolini y el mundo se preparaba para la segunda guerra mundial. Rajoy no ha querido dialogar con la Generalitat, no ha propuesto ninguna iniciativa para encontrar una salida, se ha amparado en los tribunales y en el lógico cierre de filas de todas las instituciones y partidos para no darle la legalidad pretendida al referéndum. Rajoy se ha dejado influenciar por los retrógados españolistas del resto de España que tumbaron el Estatut en tiempos de Zapatero y ahora lo llevan hacia un túnel sin salida.
Esta situación mediatiza también las actuaciones del resto de partidos, sobre todo del PSOE, cuya razonable propuesta de crear una comisión en el Parlamento se ve empañada por esa hoja de ruta de confrontación y entramado jurídico. Es loable la posición que el PSOE y el PSC están llevando a cabo, han encontrado un discurso claro planteando la modificación de la Constitución para conseguir el Estado plurinacional; es loable la lealtad que está manteniendo con el Gobierno y la legalidad vigente y es loable el trabajo parlamentario que está desarrollando ... pero muchos tragamos sapos y culebras cuando vemos a Pedro detrás de Arbiol y Rajoy y recordamos la deslealtad del PP con los gobiernos socialistas en los temas importantes del Estado.
Dicho esto, considero que someter a España a estos retos independentista en un mundo cada vez más globalizado económicamente y donde la construcción de un Estado Federal Europeo debería de ser el desafío a conseguir, no es el camino más recomendable y nos resta poder a todos, por supuesto al Estado pero también a las Comunuidades.
Reconociéndole a Cataluña el derecho a convertirse en nación, no podemos distorsionar la realidad y comparando la situación de Cataluña con el resto de las regiones que forman parte de Estados europeos, la situación de Catalaña es satisfactoria. No está silenciada en el Estado autonómico, puede tomar decisiones que le permiten establecer una política propia en ámbitos relevantes para desarrollar su propia sociedad.
Tampoco parece comprensible que el independentismo catalán se enfrente a una democracia constitucional a través de sus instituciones de autogobierno que resisten en una actitud de desobediencia jurídica. La Constitución es un órgano jurídico abierto y permite la inclusión de cualquier contenido, también la posibilidad de la separación territorial, aunque admito la dificultad de conseguir el consenso político necesario, pero eso es la democracia, avanzar por mayorías y respetar las normas que entre todos vamos consiguiendo.
Termino con una cita de Orwell que dice: "el nacionalista frecuentemente deja de estar interesado por lo que ocurre en el mundo real". El nacionalista radical convierte al nacionalismo en una pasión y le traslada todos los problemas a la dependencia a un Estado que le impide desarrollar una sociedad idílica y feliz. El mundo real es otra cosa.
El fracaso del gobierno de Rajoy al renunciar a tomar iniciativas políticas, agravan y en mucho, la crisis del Estado hasta tal punto que ponen a las instituciones estatales en una situación de descrédito al tener que tomar iniciativas que le corresponden al ámbito político.
La España del 2017 no es la del 1936 cuando el gobierno de la República encarceló al gobierno de la Generalitat precisamente por proclamar el Estado Catalán. Por entonces en Alemania gobernaba Hitler y en Italia Mussolini y el mundo se preparaba para la segunda guerra mundial. Rajoy no ha querido dialogar con la Generalitat, no ha propuesto ninguna iniciativa para encontrar una salida, se ha amparado en los tribunales y en el lógico cierre de filas de todas las instituciones y partidos para no darle la legalidad pretendida al referéndum. Rajoy se ha dejado influenciar por los retrógados españolistas del resto de España que tumbaron el Estatut en tiempos de Zapatero y ahora lo llevan hacia un túnel sin salida.
Esta situación mediatiza también las actuaciones del resto de partidos, sobre todo del PSOE, cuya razonable propuesta de crear una comisión en el Parlamento se ve empañada por esa hoja de ruta de confrontación y entramado jurídico. Es loable la posición que el PSOE y el PSC están llevando a cabo, han encontrado un discurso claro planteando la modificación de la Constitución para conseguir el Estado plurinacional; es loable la lealtad que está manteniendo con el Gobierno y la legalidad vigente y es loable el trabajo parlamentario que está desarrollando ... pero muchos tragamos sapos y culebras cuando vemos a Pedro detrás de Arbiol y Rajoy y recordamos la deslealtad del PP con los gobiernos socialistas en los temas importantes del Estado.
Dicho esto, considero que someter a España a estos retos independentista en un mundo cada vez más globalizado económicamente y donde la construcción de un Estado Federal Europeo debería de ser el desafío a conseguir, no es el camino más recomendable y nos resta poder a todos, por supuesto al Estado pero también a las Comunuidades.
Reconociéndole a Cataluña el derecho a convertirse en nación, no podemos distorsionar la realidad y comparando la situación de Cataluña con el resto de las regiones que forman parte de Estados europeos, la situación de Catalaña es satisfactoria. No está silenciada en el Estado autonómico, puede tomar decisiones que le permiten establecer una política propia en ámbitos relevantes para desarrollar su propia sociedad.
Tampoco parece comprensible que el independentismo catalán se enfrente a una democracia constitucional a través de sus instituciones de autogobierno que resisten en una actitud de desobediencia jurídica. La Constitución es un órgano jurídico abierto y permite la inclusión de cualquier contenido, también la posibilidad de la separación territorial, aunque admito la dificultad de conseguir el consenso político necesario, pero eso es la democracia, avanzar por mayorías y respetar las normas que entre todos vamos consiguiendo.
Termino con una cita de Orwell que dice: "el nacionalista frecuentemente deja de estar interesado por lo que ocurre en el mundo real". El nacionalista radical convierte al nacionalismo en una pasión y le traslada todos los problemas a la dependencia a un Estado que le impide desarrollar una sociedad idílica y feliz. El mundo real es otra cosa.
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